By TammyWhite
6 years ago

La 'aldea gala' contra Puigdemont

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Cuando el ex 'president' huye de su ciudad, el reportero va a ella, a pocos kilómetros de su domicilio, en busca de la barriada más a la contra de la 'indepe' Girona.

Son, como en las aventuras de Astérix y Obélix, los 'galos' que han resistido la invasión del 'imperio soberanista'.

Muchos son de etnia gitana y se sintieron olvidados por Carles desde que era alcalde. Ahora les damos la palabra.

A escasos kilómetros del domicilio de Puigdemont, el que ha abandonado para ocultarse de la Justicia en Bélgica, se alza el arrabal más a la contra de la independentista Girona, primera gran ciudad catalana que ha arriado la bandera española de su ayuntamiento. Un muro con los colores de la bandera española, pintado por los vecinos, reivindica el renacido sentimiento patriótico en el inicio de la subida del Primero de Mayo, decorada con una docena de enseñas rojigualdas en sus farolas y remachada con otra, de unos siete metros, que atraviesa la calle principal y saluda al visitante avisándolo de que está poniendo los pies en territorio nacional.

«Vila-Roja es España», se lee más arriba. En ningún otro barrio de Cataluña se ha visto algo así. Ya hay quien llega para verlo con sus propios ojos y hacerse una foto bajo la pancarta. Ésta es la microrrepública española nacida en el feudo independentista del ex president. La dura tierra que enterró a su célebre el Vaquilla y que arrojó por un barranco las urnas del 1 de octubre.

«Bienvenidos a España», reciben al visitante, con una gran pancarta rojigualda, en Vila-Roja, la barriada gerundense donde muchos vecinos son de etnia gitana y todos se sintieron olvidados por su alcalde Carles Puigdemont. Es una forma de recordar al recién llegado que también se han sentido desatendidos ante la deriva independentista de su Govern. Bienvenidos al barrio español de la ciudad más soberanista de Cataluña. La aldea gala que, como en las aventuras de Astérix y Obélix, resiste al imperio soberanista que ha querido dominarlo todo.


Miguel Ángel, un joven vestido con un chándal del Real Madrid, avisa al periodista: «Si eres independentista, aquí no eres bienvenido». Más de un millar de vecinos payos, gitanos y mestizos conviven en un suburbio en el que, según afirman algunos de ellos, «no hay ningún independentista; o, si lo hay, calla por miedo».
«Somos catalanes con sangre andaluza. Concretamente, de Pinos Puente, Granada. Somos españoles». Tras años en los que a los habitantes de Vila-Roja se les ha hecho sentir que son catalanes de segunda, se han rebelado. Y, como es palpable, se han proclamado españoles. Sin desfiles, líderes, consultas, discursos propagandísticos, declaraciones ni redes sociales.

Hasta las señales de tráfico de dirección prohibida, a las que se ha pintado de amarillo la franja blanca, tienen aspecto de bandera española. Las pintadas de Viva España abundan en unas calles cuyos muros y persianas metálicas se han convertido en banderas rojigualdas de grandes dimensiones.


Como un pueblo que lucha para evitar ser conquistado, la barriada soporta comparaciones con la aldea de la Galia que plantó cara a Julio César y su imperio romano en los libros de Astérix y Obélix. De la única escuela de Vila-Roja, coronada con una bandera española pese a la oposición de la directora, un grupo de unos 15 vecinos se llevó la urna del referéndum ilegal del 1-O. Tras espantar a los 40 osados que habían constituido la mesa electoral -todos procedentes de otros barrios de Girona-, los residentes desmontaron el tenderete y lanzaron la urna desde un barranco. Los independentistas huyeron aterrados. Contemplaba la escena, impasible, la única pareja de Mossos d'Esquadra presente en la escuela.

«Desde entonces, en el barrio se le mira de otra manera. Como a un nuevo patriarca», bromean sus compadres. Así recuerda José el asalto de Vila-Roja al referéndum prohibido: «Entramos al colegio. Tiramos las mesas de cuatro patadas. El presidente de la mesa y los demás se cagaron de miedo. Sabían que si buscaban follón, saldrían calientes. Cogí la urna y la tiré lo más lejos que pude. Parecía que los dos mossos querían defender a los independentistas y pegar a gente del barrio, pero no hicieron nada. Y tuvieron que llamar a la Policía Nacional. Cuando llegó, le dijimos con respeto que ya nos habíamos encargado nosotros de hacer su trabajo. Y entonces los mossos se callaron».


Los independentistas que intentaron alterar la paz no han vuelto por el barrio. Juan y Antonio asienten mientras escuchan a José entre chascarrillos sobre su valor. Y aportan el contexto del asalto al colegio.

La madrugada anterior, cuentan, un grupo de desconocidos procedente de Girona al que vinculan con «la CUP» se presentó en la barriada para garantizar que se pudiera votar en la escuela. «Se marcharon con los ojos hinchados», indica Juan. «Cuando volvieron los extraños, debían de ser cerca de las siete de la mañana. Los muy inconscientes montaron una cacerolada nocturna. Al pedirles que parasen porque había vecinos durmiendo, nos respondieron con expresiones insultantes como "Què diu aquest xarnego? (¿Qué dice este charnego?)"», añade Antonio. «La fuerza del barrio se unió. Y se acabó lo que se daba. Volvimos a liarnos a tortas con los independentistas. Les reventamos el referéndum. Y les habríamos pegado a los mossos también, unos cobardes que se negaron a quitar las urnas y nos dijeron que las quitáramos nosotros», completan los dos vecinos. «Ese fue nuestro 1-O»


Cuando los vecinos de La Font de la Pólvora y de Vila-Roja, arrabales construidos en el franquismo para acoger a los vecinos chabolistas llegados a Girona desde Andalucía y Galicia, se desplazan a otras zonas de la ciudad, hay una frase que suelen repetir. «Me voy a Girona», dicen, como si ésa no fuera también su ciudad. Vila-Roja es uno de esos barrios olvidados a los que los políticos sólo se asoman en el albor de las elecciones. Como la vecina Font de la Pólvora, donde vivió hasta su muerte la madre del Vaquilla, Vila-Roja es una barriada amenazada por el estigma de la delincuencia y el menudeo de drogas. Aislada del núcleo urbano, forcejea entre el orgullo reivindicativo, la conflictividad y la aparición en las páginas de sucesos. Todavía se recuerda en el barrio la procesión de unas 200 personas que en 2003 siguió al funeral del mítico Juan José Moreno Cuenca, desde la iglesia de Vila-Roja hasta el cercano cementerio. «Vaca, ¿de qué te ha servido ser tan famoso? Ahora sólo te queda el nombre», gritó en la calle su madre, presa del desconsuelo tras haber perdido al quinto de sus 12 hijos.

Desde hace un mes, la barriada lucha contra un nuevo estigma: Vila-Roja es el gueto español de la indepe Girona. A sus habitantes se los acusa de haber disfrazado el barrio con parafernalia españolista. «Nos critican por tunear las calles», señala un comerciante que pide anonimato porque tiene «clientes castellanos y catalanes, incluso de Girona». El hombre matiza: «Si en lugar de banderas españolas fueran estelades, nadie nos criticaría; esa es la Cataluña en la que vivimos».

"Junqueras es el tuerto que ha mirado a Puigdemont. Mandaron al pueblo delante de las porras, pero ellos votaron en secreto".


Los vecinos se organizaron la tarde del 27 de octubre en que el Parlament declaró la independencia de Cataluña. Montaron una colecta con la que, a razón de unos cinco euros por persona, obtuvieron cerca de mil euros que gastaron en banderas españolas, palos y pintura roja y amarilla. Esa misma noche decoraron las calles del barrio. «Cuando han borrado alguna pintada, la hemos vuelto a hacer».

Es miércoles festivo, Día de Todos los Santos, y la mañana se estira en Vila-Roja entre quintos de Estrella Damm, cierta anarquía, olor a marihuana, bloques de viviendas sociales, sonido flamenco, coches desvencijados junto a modelos de alta gama, adultos desocupados, niños ociosos con peinado de futbolista, abuelas de 37 años, motos de motocross y la ubicua bandera española. El bar Cuéllar, un gran comedor renovado hace dos años, es el ágora social y deportiva de la barriada por su posición central, la falta de competencia y sus buenos platos a precios populares.


"¿Puigdemont? Ha dejado tirado a su pueblo, y eso merece una doble condena. A los traidores se les destierra... Eso sí, si a sus hijos y a su mujer les falta pan, aquí tendrán pan". Su sentencia: "En este 'procés' ha faltado un gitano."


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Violeta Nice
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ze2000 Para ocultarse de la justicia? XDD Pero si se entregó voluntariamente y un juez no politizado le ha dejado libre.
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DAIANAGABAR Good
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Lucia5 Nice
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Laboresmely Jajajaja buenisimo!
Lo del chosco más, me ha hecho mear las bragas de tanta risa.
Si ya dice mi abu que ese es mongolo, sera por algo
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dorageorg Nice!
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soncee Good
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MegyBella Understand nothing?
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beatofangel Fantástico! Son la ostia! Cuanta razón junta dios mio!!
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